La Santa Sede acaba de hacer público que el Santo Padre Francisco ha autorizado la Beatificación del cardenal Eduardo Francisco Pironio.
La autorización del culto público del purpurado nacido en Nueve de Julio es tanto regalo como una responsabilidad para la ciudad y la diócesis toda. Eduardo Francisco Pironio nació y fue bautizado en nuestra ciudad donde tuvo su primer hogar. En su -por entonces- iglesia parroquial de Santo Domingo de Guzmán cantó su primera misa y estuvo entrañablemente unido a su “pago chico” hasta el último viaje de su vida terrena que fue aquí, para luego volver a morir a Roma.
Su santidad de vida ha sido, lo es y seguirá siendo, un auténtico don para su tierra de nacimiento y para la argentina toda, para la diócesis y para la Iglesia universal. A cada uno de estos ámbitos sirvió y en ellos dejó su huella. Difícil es resumir una existencia tan prodiga, fecunda y fructífera. Su servicio a los laicos desde la Acción católica hasta el Pontificio consejo para los laicos y las Jornadas mundiales de la juventud; su “pastoreo de pastores” desde el Seminario de Mercedes y el de Villa Devoto, pasando por la dirección espiritual y ayuda a los sacerdotes hasta el servicio a sus hermanos obispos de tan diferentes formas, sobre todo desde el Consejo episcopal latinoamericano; el cariño, consejo y animación a la vida consagrada desde sus tiempos de sacerdote hasta cardenal prefecto de la congregación de religiosos. Sin olvidar, claro está, su ministerio episcopal en las diócesis de La Plata, Avellaneda y Mar del Plata, como así también su incansable predicación de la esperanza, el diálogo y la reconciliación en los momentos cruciales de la patria como fueron la noche oscura de la violencia de los años ´70, el conflicto con Chile y la guerra de Malvinas, en los cuales desempeño un discreto rol para acercar posiciones. Todo ello, muchas veces en medio de incomprensiones, críticas y sospechas que él vivió como auténticas experiencias de “cruz pascual”.
Esta Beatificación es también un compromiso para los ciudadanos de Nueve de Julio y los fieles diocesanos. Su figura santa nos deja una herencia espiritual, teológica, pastoral y evangelizadora a custodiar y difundir. Somos depositarios de un rico legado que no debe guardarse como “pieza de museo” sino ahondarse y profundizarse para darse a conocer. ¡La sabiduría, el testimonio y el estilo de Pironio tienen mucho para decir a la Argentina y a la Iglesia de hoy! Y nosotros tenemos la misión de darlo a conocer.
Convoco a los fieles de la diócesis a prepararse espiritualmente para este acontecimiento de gracia.
En la alegría de la fe y gratitud por la declaración de un beato más, que brilla en la constelación de santidad de la madre Iglesia, los bendigo de todo corazón:
+ Ariel Torrado Mosconi
Obispo de Santo Domingo en Nueve de Julio
Fuente: Diócesis de 9 de Julio